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Tuesday, February 23, 2010

Presentando Cuba Performances de Elvira Rodríguez Puerto

Nicolas Bourriaud caracteriza el arte posterior al postmodernismo como la experiencia inmediata de un viajero que se desplaza por un gran centro urbano . Al igual que la gran ciudad que le inspira, éste es un arte precario, temporero. No resulta en un producto final, sino sólo presenta un momento determinado dentro una cadena de otros eventos (106). El documental realizado por Elvira Rodríguez Puerto, Cuba Performances, captura la lucha del grupo OMNI Zona Franca por diferenciarse del modelo colectivo, por encontrar su propio destino, a la vez que sirve de ilustración para el modernismo alterno que propone Bourriaud. Con objeto de conocer mejor este documental, reproducimos aquí el artículo, “Cuba Performances me recuerda el mundo: Sobre el documental Cuba Performances, de Elvira Rodrígez Puerto”, de la realizadora María Ares Marrero, originalmente publicado en OtroLunes. Mi agradecimiento a Amir Valle, director de OtroLunes, Revista Hispanoamericana de Cultura y a María por facilitarme el texto. Finalmente, felicito a Elvira por tan valiosa producción.



“Cuba Performances me recuerda el mundo: Sobre el documental Cuba Performances, de Elvira Rodrígez Puerto”

Hace un año vi por primera vez este Performance. Estaba, como siempre, acribillada por mis hipersensibilidades, así es que me sacó todas las emociones. Finalizado, sólo atiné a preguntar a sus realizadores si aquello era obra de la improvisación o carpintería consciente. Hoy, al verlo otra vez, se precipitan nuevas interrogantes. Cuba Performances me recuerda al mundo.

Con la simpleza de las cosas profundas, desfila un testimonio de verdades latentes en nuestra tierra ante una cámara. ¿Por qué? Pequeño escenario de Alamar, contiene toda la cosmogonía de la vida en nuestra isla, atemporal. Cuba adorada que nos habita dentro. La tesis es un acierto, la vida en Cuba es un eterno Performance, un permanente espectáculo... no importa en qué rincón de la isla. Tal vez hemos sido siempre, los cubanos, una especie de performánticos... Cuba Performances no es un simple discurso. Cuenta sobre el grupo OMNI Zona Franca y la comunidad donde ellos se han propuesto trabajar, buscar alternativas, desenterrar alegrías; o sembrarlas. Quizás por el aquello de que la única libertad que no pueden robarles es la libertad de la creación, del pensamiento que vuela. Al menos a ellos no. Cuba Performances es un grito suave, sordo, pacífico, humano. Desprovisto de discurso politiquero, empero, una bofetada, un laberinto lleno de holografías que sugiere formas, per-formas, ideas, fusiones... alternativas de cómo enfrentar un raro entorno; ambiguo, árido: vivir en Cuba. Un grupo de artistas, once millones de ciudadanos.

La película rehace rostros precisos, personajes en su modus vivendi. Cada cual una individualidad, enfrentada al peligro del tiempo. Este es el leitmotiv de OMNI Zona Franca, y la directora de esta película, Elvira Rodríguez Puerto, lo ha comprendido, quizás porque ella misma, su modus vivendi, se desprende de cualquier “filosofía de masas”; opta por su individualidad. Hasta en un collarín de flores en el cuello vendado, chamuscado por la lejanía, por la vida detrás del lente, su lente de mirar el mundo. No sólo en Cuba. Sus personajes no se pierden en el mimetismo de una existencia “igual para todos” (ni en el barrio de Alamar; ni en otros barrios) ninguno de estos personajes exige de sí mismo protegerse... si lo hacen, lo hacen a su modo, instintivo, consciente de que hay que llegar a la entraña del propio sino. No disimulan su existencia. Cuba Performances la grita. Ellos están ahí, luego existen, tienen sus exigencias, irrelevantes para quienes debieran escucharlas. Ellos intentan asumir la responsabilidad por su propia vida. Sin lamento. Fundirse con el arte.

Amaury nos conduce a través de su viaje. Nos introduce en su mundo bizarro, quijotesco, un mundo de provocaciones, lleno de interrogantes. Nos coloca frente a un espejo, y en algún momento hasta el más circunspecto querría vestir, por un instante, los zapatos desiguales, las telas que lo cubren, de distinto color, apoyarse en un bastón, en un tronco recogido, para emprender viaje, por la pasarela a su interior, un viaje a la semilla, un viaje donde, desde la pose de demente, hace una oda a la cordura inexistente. Mientras Amaury narra su viaje introspectivo, sus descubrimientos, su estrategia de supervivencia, me pregunto si es posible vivir en equilibrio en algún sitio de este mundo, hoy. Y permanecer sano. Amaury, conductor del performance, se empeña en aniquilar su ego. Es una alternativa. En cualquier parte de este mundo en crisis en que habitamos, el ser humano vive preso de su ego y de sus pretensiones. Lo que no imagina Amaury, quizás, es que, aún en las llamadas sociedades industrializadas, de derechos, hay seres tan llenos de terribles carencias. Como él, como cada una de las figuras que destaca el documental. Viven en forzoso bregar por abrirse paso en la vida, por desterrar esas carencias, por no renunciar a los deseos de conquista, viven en esfuerzo permanente por no dejar morir la alegría de vivir. Aunque estén los mercados llenos. Sumidos en la monotonía. Ahogados por expectativas ¿innecesarias? La diferencia consiste, tal vez, en que las necesidades en Cuba, son apremiantes.

La fotografía hace una elegía a lo feo, lo sombrío, a la estética de la devastación que rodea a los personajes; el entorno opaco, lóbrego, adusto. Ello irrumpe como un personaje también. Las figuras existen en una total armonía con su entorno. Amaury, el conductor, no señorea por grandes llanuras o exuberantes montañas, paisajes de Cuba, palmas, playas o puestas de sol. La geografía de estos personajes es un paisaje ralo.

Todo el tiempo se debate si Amaury es loco o cuerdo. Porque escribe, busca a una Rebeca inexistente, lee a Gandhi y le inspira la poesía que le regala la gente, con su devenir. No interesa demarcar las dimensiones angostas entre cordura, locura. Importa perseverar, y Amaury lo hace obstinadamente; le interesa alcanzar las posibilidades inmensas que ofrece una existencia desprovista de expectativas. Su única expectativa es fundir la vida con el arte, el arte con la vida... Ello lo disemina a su paso, como una encomienda, como si regalara flores, como si esa retroalimentación fuera suficiente para continuar. Los personajes que cruzan la pasarela de Cuba Performances son una especie de Apóstoles (¿es Martí su Cristo?) que no promulgan ni siguen el rumbo del Viejo ni del Nuevo Testamento, sino, por un lado la poesía, que debería, eventualmente, embellecer sus vidas, y por otro, las vidas de antihéroes inspiradores, dementes anárquicos de una Habana sumida en el estatismo, la desesperanza, en una larga espera.

Cuba Performances recorre el entorno ofreciendo un fresco amplio de lo que es la vida sui géneris de algunos integrantes de OMNI-Zona Franca; un grupo lleno de enlaces. En la escena final, donde todos se tiran al suelo, en un juego infantil, se crea una larga cadena. Así viven, en constante simbiosis, donde todo el mundo se conoce y cualquiera forma parte de tu existencia, y puede salvarte, con un buchito de ron o de café, o una cucharada de aceite o azúcar. La pobreza compartida entre todos toca a menos. Qué ironía. El invento salva, se pierden las inhibiciones (cómo tenerlas a la hora de montar en un transporte público). Qué privilegio desarrollar capacidades inimaginables para “luchar la yuca” o renunciar a ella, como Amaury, que da la impresión de que se alimenta de las raíces de la tierra. Hay códigos explícitos, unos muy locales, otros menos, pero si se afina el prisma, Cuba Performances habla de los problemas del individuo, de los problemas del mundo... Cuba Performances es un clamor ecléctico y sintético al mismo tiempo, genérico y espacial. Mientras avanza sigo con mis interrogantes: ¿cómo es posible habitar en este mundo sin que la realidad te aniquile?

Conscientes del precio que tiene ser diferente, estos jóvenes irrumpen en su contexto con un mensaje de esperanza. ¿O justamente lo contrario? Desesperanza. Amaury dice que la gente lo salva, lo acompaña, le inspira y son el objeto de una poesía que brota, que “resuelve en la calle”. Les brinda una coreografía, en un sillón donde balancea su “descarga”, su tropel, el otro yo que le acompaña en silencio. El no habita en un contexto hogareño (como otros personajes entrevistados) su hábitat es el mundo, la inmediatez, su cuerpo, su fantasía, la calle, el monte... la filosofía que ha descubierto, porque necesita asirse a una nueva creencia. Amaury confiesa: “...es extremadamente anárquico ser cuerdo"...”

Una idea no es siempre el producto de un individuo, sino tiene raíces en la sociedad, en los movimientos históricos, en el constante desprendimiento de sucesos, reacciones, acciones y contraposiciones de la historia. Con agrado compruebo que el mundo parece estar aceptando "la parte fea" del ser humano, el rostro desagradable. Es imposible seguir preocupados por darle orden al universo. La hipercodificación en la que, con tanta comodidad, se desenvuelve el individuo en la sociedad le lleva a desarrollar una relación adictiva. Condicionada por los miedos, el mayor de los miedos, el miedo subconsciente-consciente a la muerte.

Hay otras figuras que sustentan la búsqueda de una alternativa para vivir en otro mundo, fuera de éste invadido por el fenómeno de las masas. De las masas que aceptan su misión, su destino, de ser o actuar por sí mismas; sin rebelarse. En este caso para contradecir el contrasentido. No pueden las masas rebelarse contra su propio destino. A la postre la única cosa que sustancialmente contiene algo de verdad, que puede llevarnos a cambiar nuestro destino es, justamente no aceptar “el destino”. Por eso los personajes de este Performance buscan nuevas formas, para rebelarse contra sí mismos. El hombre es, por naturaleza misma, un ser tendiente a buscar una instancia superior, un icono, un héroe al que seguir, un modelo que le sirva de ejemplo. Pero hay algunos hombres que logran, por sí mismos, encontrar su camino, su destino, su propia instancia, que tienen el coraje de confiar en sí mismos. Entonces son hombres excelentes. De lo contrario siguen el redil, de hombres-masa y no invertirán más energías sino en recibir aliento de aquél que dirige el redil, de la masa.

Felo Behiquealto está lejos de ello. Experimenta con los símbolos de su infancia, de su historia, los que le fueron inoculados, mientras admite que desde niño tuvo inclinación a comunicarse con una dimensión extraterrenal de la existencia. Revela sus condiciones de hombre pájaro, sus anhelos por alcanzar otras libertades. El puede alcanzar los espíritus. Puede dejar su cuerpo, para entrar en otro mundo, nada pragmático, algo “sobrenatural”. Lo importante es palpar las respuestas, no a nivel intelectual, en primera instancia, sino a nivel sensorial. Cuba Performances es una cinta llena de interrogantes, y cada uno de sus personajes un viajero en pos de respuestas. Si Behiquealto evoca imágenes de animales como guías de espíritus, ellos son portadores de mensajes. Si puede atravesarse con una aguja es porque otros dolores son más fuertes. Él quiebra el silencio, la palabra mutilada; es porque este acto de comunicación hacia otro mundo le interesa más que el circundante. ¿Es su performance un acto de rebelión? Felo abandona el set, deja la cámara y me imagino que vuela, como un pájaro, hacia sus adentros, hacia el interior de otros. Economiza vocablos porque no tiene sentido prorrumpir con excesos o pérdidas de energía. Él anida dentro de sí mismo. ¿Dónde se encuentra su sitio? Está aún por descubrir... quizás porque, como el caracol o el chamán lleva su casa a cuestas.

A partir de las interrogantes que la realizadora, Elvira Rodríguez Puerto, formula con una serenidad inusitada que contrasta con el universo agreste que desfila ante la cámara, Cuba Performances toma Alamar como centro de gravedad, como escenario de la historia, este grupo de habitantes y artistas y su estrategia de sobrevivencia ante lo hirsuto, pero su visión es extensiva, porque abre una interrogante ante cosas esenciales de la existencia. Este documental nos roba la tranquilidad durante más de una hora, nos fulmina con una llamarada de códigos humanos... que creemos, sentimos, debemos descodificar... por eso subimos a ese viaje, a esa peregrinación por la realidad y por la poesía, por el sarcasmo, por la parodia, por la fusión de vida-arte, arte-vida, como si ensayáramos un nuevo modo de vivir. Así concibe Elvira su vida, desde que amanece y realiza su primer ritual: la taza de café, refrescar su aura con flores, vainillas y clavo de olor... desde acá, sin olvidar, como ella dice, la Cuba que todos nombramos.

Cuba Performances me despierta al mundo; ese es su discurso, un discurso sobre lo sencillo, la existencia, sobre lo humano. Tal vez sus propios protagonistas no lo sepan del todo. Yo lo dudo. Ellos viven alegrando su entorno, atrapados en lo inmediato... ¿Y nosotros? Anclados en el pasado. Tras evadir ese entorno sin formas, demolido, lleno de ruinas, donde la gente vive un proceso, consciente o inconsciente de metamorfosis donde el absurdo y la crudeza del paisaje hablan por sí solos. Ellos gritan en pos de AMOR, de trabajo, de posibilidad, de chance, de tener derechos ínfimos, como el de producir el PAN sin amarguras, sin destilar veneno. Nosotros gritamos para alejar nuestras soledades... llenos de faltantes en las bodegas de nuestra alma; evocando nuestro ayer, sus historias, porque hoy somos más transparentes que entonces. En realidad lo llamo “seres invisibles”. Los desterrados invisibles. Quizás sea esa la próxima oferta de Elvira Rodríguez Puerto. Arrastramos nuestro tropel sin poder sellarlo en las gavetas del olvido... flota aparentemente relegado... nunca sabemos en qué per-forma reaparece... La falta de sol... el gris apelmazado de ratón muerto, perenne en la bóveda celeste, las cuchillas del frío que nos despedazan la piel, las flechas que nos agreden al salir afuera, con nuestro paso distinto, nuestro ritmo diferente. Aquí también tiene su precio ser diferente. El gris parece cubrir el mundo, allá sabemos que brilla el sol... Las reacciones químicas nos regalan el milagro de vivir; de seguir viviendo. El alma se nos ha vuelto un laboratorio que nos transgrede, indescriptiblemente. Cuba Performances me recuerda al mundo y a este pedazo de historia que nos tocó vivir.

María Ares Marrero


Citas

Bourriaud, Nicolas. The Radicant. New York: Lukas and Sternberg Press, 2009.

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