Entrevista a Orlando Luis Pardo Lazo
Yani Angulo-Cano
Orlando, primeramente, quiero felicitarte por el premio Novelas de Gavetas Franz Kafka, otorgado a tu colección de cuentos, Boring Home y también quiero darte las gracias por haber aceptado mi invitación a ser entrevistado en Manguito Review.
La traducción del título de Boring Home es algo muy intrigante. El verbo to bore enfatiza la acción de limpiar mientras se perfora. Metafóricamente sugiere penetrar la realidad del hogar, limpiando lo contaminado o sucio. Por otra parte, en el cuento “Decálogo del año cero”, el protagonista nombra la ciudad como La Habanada, después, en el cuento de igual nombre que la colección, aparece como La Hanada. Ambas versiones parecen sugerir, La Habana “de nada” o que “está en nada”. Por último, existe la posibilidad de que sea un juego lingüístico sobre las contradicciones de la realidad habanera: el que un visitante alquile el hogar que fuera suyo antes de abandonar el país, resultaría en un contradictorio concepto de vivienda, boarding home como “hogar de huéspedes”. Ya que en tus textos saltan a la vista numerosas contradicciones, como la que acabamos de examinar, ¿consideras tu Boring Home como una interpretación lingüística de la realidad cubana?Por supuesto. Y aún más: una interpretación fónica. A falta de eventos (o de entusiasmo para narrarlos), nos queda el lenguaje como última tabla de salvación (o perdición). Ante lo precario de nuestra memoria histórica, mi imaginación gramática me sirve de plastilina para moldear lo informe (y lo infame) de nuestro contexto. Boring Home no es un libro de realismo en el sentido literario, pero sí es un túnel discursivo de sinsentido para horadar en el ahora cubano. Cada texto repite el motivo de una melodía desafinada: recuperar lo irrecuperable, expresar lo inexpresable, pensar lo imposible. Es un destino bastante desatinado para una obra, ya lo sé, pero la estética del desastre me fascina en esta etapa creativa. Estando al margen del mercado mundial y del canon cubano, Boring Home es un ejercicio experimental al límite: bodrio y aventura, fiesta y fiasco, candidez y censura (literalmente una contra-dicción). Tal vez el libro primero deba crear a sus propios lectores, sean de la nacionalidad que sean, y acaso sólo después será posible su lectura literaria.
En diversas narraciones de Boring Home, observamos la presencia de un personaje cuyo nombre se manifiesta por medio de variaciones tales como Orlando, Orlando Woolf, San Mr. Orlando Woolf, etc. ¿Podrían tus lectores considerar a éste como un personaje autobiográfico, o al menos como un alter ego tuyo? O de no ser así, ¿es un personaje que por el ennui que sufre se acerca más al Orlando de Virginia Woolf?
Más que un alter ego, se trata de un alter texto: no tanto la máscara como la cáscara de mis mil y un “personadas”. Son dispositivos perfectamente dispensables, seres de letras y no de carne, pero que me permiten la magia de efectuar la ficción (fricción que con suerte causará una fracción). Para esta función echo mano a de todo un poco: biografías apócrifas y confesiones de barrio, candor y crimen, inverosimilitud y violencia, cinismo y sentimiento, amor y ampulosidad. Las mutaciones no son calculadas: son el método con que intento hacer avanzar la acción (rara vez lo logro). Soy yo siempre en todas las páginas, y es nadie nunca en ningún lugar. Intuyo una soledad socialipsista en cada una de mis historias. Es más saludable acercarse a Boring Home como si fuera una obra anónima, y no diagnosticarle a Orlando Luis Pardo Lazo todo lo que mi libro está dispuesto a parir (y a abortar).
En “Decálogo del año cero” y en otros cuentos de la colección, observamos que el protagonista Orlando se identifica con el personaje Bartleby de Herman Melville. Esto me motiva a preguntarte, ¿es la actitud que Orlando/Bartleby manifiesta ante las responsabilidades sociales y laborales reflejo de una táctica de resistencia política al estilo de la satyagraha de Ghandi?
No hay tal satyagraHabana en mi biografía, al menos de manera consciente. Las cosas me pasan sin que yo logre salirme a tiempo del tsunami tsucialista cubano. Podría pasar de presidiario a ministro y no enterarme de la transición. Como testigo, soy bastante alucinado y alienado, adjetivos que considero virtudes a la hora de incubar una poética peculiar. El testigo debe pagar el precio de sobrevivir a toda costa: participar desde dentro como si se estuviera muy lejos. El testigo tiene la responsabilidad de no consumirse durante el proceso, de conservarse no por egoísmo sino porque tarde o temprano le prestará su voz a los que nunca tuvieron voz. Así, un solo testigo es mucho más peligroso que mil actores, y el vértigo de esa responsabilidad me fascina. Y más me hechiza el rol del testigo que da testimonio a priori, que nombra lo que hasta entonces parecía innombrable, que allana el camino para la acción (o actuación: no por criminal la historia es menos teatro), que fotografía el futuro. La resistencia política es esa ilusión.
En “Lugar llamado Lilí”, se establece un paralelo entre la abandonada fábrica de muñecas de origen norteamericano y el estado ruinoso de gran parte de La Habana. Dentro de estas ruinas resaltan dos entidades: un sobreviviente Chevrolet modelo 1959 y una viviente muñeca estilo Barbie. ¿Cómo se explica la desmesurada atracción que siente el protagonista por ambas entidades?
Morbo en las ruinas. Éxtasis en medio de lo estático estatal. El deseo como delirio y deleite al borde del delito. Perversión para paliar el vacío, succión del suicidio. Libertinaje a falta de libertad. Pedofilia y politicomanía. Rabia en cadena que revienta toda represión académica. Explorar lo monstruoso que nos deshabita, mutar en una marioneta de sentido (¿seminal?) que nos animaliza y anima. Placer imposible de complacer. Son conexiones insólitas con las que sólo un loco lobotomizado o un lobo estepario podrían especular. Howllido y esquizoliteratura. Lecturas limítrofes. Todo se explica por mi desmesurada atracción hacia lo ilegible como último recurso para hacerme leer.
En el cuento “Boring Home”, haces mención de Edmundo Desnoes y de sus Memorias del subdesarrollo. ¿Podrías comentar sobre la influencia de este texto sobre tu obra? Específicamente, ¿qué paralelos hay entre Sergio y Orlando Woolf? También, ¿es el protagonista del cuento un Sergio que regresa a morir en La Habana? A propósito, ¿qué influencia ha tenido el cine en tu obra literaria?
El texto de Desnoes, como el resto de los textos cubanos, a pesar del boom de Bloom, no ejerció ninguna influencia angustiosa en mí. Lo mismo puedo decirte respecto al cine, aunque lo cite a menudo de manera involuntaria. Pero, contrario a muchos críticos incriticables, Memorias del subdesarrollo sí me parece una obrita ejemplar (tan canónica como la película de Tomás Gutiérrez Alea), un fenómeno que ni siquiera el propio autor podría explicar o replicar (Memorias del desarrollo sería una parodia patética). Esta noveleta, como Boarding Home de Guillermo Rosales, demuestra que no hace falta una novelística para marcar hitos en nuestro campo literario, sino que basta con 100 paginitas mecanografiadas. Sergio, como Orlando Woolf, como el Sagitario que yo mismo soy, somos entes contemplativos que intervenimos en la realidad desde una ironía inicua, deconstructiva, escéptica, antipopular y, por esto mismo, un tin reaccionaria. Antes fuimos pre-burgueses en fuga existencialista, pero ahora ya todos somos post-proletarios de la debacle: angustias atrapadas en el ajetreo albañileril de una revolucioncita provinciana que se soñó (no sin éxito) planetaria.
¿A qué se debe tu extenso manejo del slang norteamericano y el spanglish de EEUU?
Mi padre se graduó de Idioma Inglés en los años cuarenta. Nunca lo ejerció hasta retirarse con 61 años en 1980. Entonces daba clases de inglés en casa (universidad underground), por la irrisoria tarifa de 10 pesos nacionales al mes. Mi descubrimiento de la música fue con lírica anglo. Éramos fans de la FM que rebotaba en un radio soviético en las madrugadas de Lawton, y también de los canales de UHF que caían cuando la atmósfera se apiadaba de nuestra sed de mundo. Mis primeras novelas de adolescente las leí en su inglés original; también poesía antigua, con su arcaísmos que entendí entonces casi como neologismos. Tuve hasta una fase de fanatismo con Hollywood, en especial con el peor. Para mí el inglés ha sido la contrapartida de todas las cosas: un parámetro no parametrizable de mi libertad lingüística. Sin embargo, no tengo contacto activo con ninguna fuente del “slanglish” en EEUU. Gracias por tu halago, pero mi inglés es de algún modo una lengua privada que me invento para remendar el tedio del español, y supongo que suene muy raro para un nativo o incluso para un inmigrante real: es una (mala) suerte de ingless.
Si desde Sor Juana hasta nuestros días, la estética absorbente barroca ha servido para escudar el arriesgado mensaje del escritor marginado, ¿qué problemas de adaptación tendrían los escritores cubanos como tú en una etapa de apertura a la libre expresión artística?
Ningún problema. Ya lo verás. Muy pronto. Ojalá. Creo.
¿Qué hay de nuevo en la ficción cubana actual? ¿Qué proyectos literarios tienes entre manos?
Un nombre: Jorge Enrique Lage, cuya escritura me sabe tan brillante y artera que para mí él es el único político de los Lage cubanos. Una obra: Training Days (de Ahmel Echevarría Peré), novela inédita que desde el 2007 Cuba excluye de cada concurso para no tener que premiarla, o que los jurados le dan sólo Mención para lavarse las manos ante las editoriales. Ellos dos y yo somos el staff (o la estafa) del e-zine de escritura irregular The Revolution Evening Post, donde conceptos literarios y McDonald´s pueden ser antípodas o parónimos. Hay más complotados, por supuesto, pero sospecho que aún sea un secreto de secta (guerra avisada no mata Estado). Nunca tuve proyectos literarios, por suerte. Intentando una columna, termino con un cuento. Intentando ganar euros en un concurso, termino con un poema prepóstumo. En términos de Nietzsche, soy una calamidad intempestiva. En términos de Deleuze, una máquina delirante de lujo. Tal vez lo más parecido a un proyecto sería ir ya tramando cómo tanatizar a mis dos blogs, cómo ponerle el fatídico punto final a Lunes de Post-Revolución y a Boring Home Utopics.
Finalmente, ¿hay algo que quisieras añadir?
Durante 24 horas fui un natural de Manguito. Tu Manghost Town me dolió como no podía imaginarlo antes. Atisbé algo muy digno en la mirada de una época que en Cuba no quiso cristalizar, algo noble e irrecuperable de cara a un futuro tan tardío que nacerá siendo fósil, un esplendor en ruinas no físicas sino funcionales, el alma altanera de un país paupérrimo con ínfulas de providencial, cierta paz incivil, no sé... Espero nunca contagiarme con la presión mercadotécnica de teclear una novela, pero, llegado el caso (clínico), me gustaría sentarme en una terraza trasera de Manguito o en un manantial muerto de La Marina, ambos en Matanzas (donde dos yaniras tengo yo), y escribirla en silencio allí. Con el sonido insomne de nuestros irrecuperables 70´s. Con el tictac triste de todo el tiempo cubano que Cuba nos escamoteó. Del clarín escuchad el mutismo.