Sueño, sueño, sueño...

regalo que recibí de una estudiante

Llevo 15 años viajando con mis alumnos por Latinoamérica y España. Descubriendo, explorando y sirviéndoles de guía en ciudades hermosas y enigmáticas, pero a veces tan ajenas para mí como para ellos.

Sueño con un viaje a la semilla, un reencuentro con mis orígenes. Sueño caminar junto a mis estudiantes por las calles de mi país. Sueño con mostrarles lugares, edificios y monumentos mencionados en los textos que leemos en nuestro curso de Literatura Cubana: la Iglesia del Ángel, el Templete, el Aula Magna de la Universidad, La Rampa… son tantos. Sueño con darle vida a la historia de Cuba que aprenden en el salón de clase. Sueño con oírles practicar su español mientras descubren el carácter jovial de mi gente. Sueño citarlos para nuestra habitual tertulia literaria en cualquier rincón del Parque Central. Y sueño, sueño ilusionada con invitarles a conocer el pueblito matancero que le da nombre a esta bitácora. Sueño con oírles decir, “Aquí nació la profe”.

Yo que siempre les incito a ser libres pensadores, a no callar jamás ante las injusticias sociales y hacerse solidarios con los problemas de su generación, ¿cómo puedo llevarlos a un país donde, ya antes del aterrizaje, tengo que leerles la cartilla, advirtiéndoles que han de auto-censurarse de cara a ciertas preguntas o comentarios? ¿Sería sueño o pesadilla?

Mostrarles una Cuba donde exista libertad de expresión, donde los derechos humanos se valoren, donde puedan relacionarse y visitar a cualquier escritor que viva en Lawton… ése es mi sueño. Sueño con un país del cual pueda sentirme orgullosa.

Sueño, sueño, sueño que un día haremos ese viaje.